Valencia 1 Febrero 2011
Para Jorge Renau
Por las mismas fechas que el Coronel Tejero entraba en el Congreso de los Diputados me concedieron una beca en México. Tras las huellas de Siquieiros y Renau me fui un año a ese paìs. Con un telegrama bajo el brazo y mil dòlares en el bolsillo llegaba al aeropuerto de Benito Juàrez. Nadie me esperaba. Pernoctè en un hotel que, años màs tarde, cayò en pedazos por culpa de un temblor.
Becario de la Secretaria de Relaciones Exteriores, pronto supe que ganaba 8.500 pesos, tenia un credencial acadèmico y debia presentarme, junto al Auditorio Nacional, a inicios de cada mes. El montante del cheque daba para quince dias y poco màs. Asì pues, empecè a buscar trabajo y alojamiento. La familia Ballester-Gaos-Renau me resolviò la cuestiòn en un santiamén. Me alojaron en el apartamento de Jorge Renau. Uno de los nietos de José Renau.
Apenas tres dias despues de mi aterrizaje en esa gran ciudad me percatè que vivìa en el centro, a unos metros de la Embajada de Norteamèrica, la Zona rosa y el Samborns del Angel de la Independencia. ¿Podìa pedir màs? La colonia de Cuauhtémoc fue mi lugar de residencia hasta que me trasladé a otro barrio.
Jorge era ingeniero y realizador de videos de publicidad. Acababa de separarse. Vivìa entonces solo. Pronto hicimos amistad y conocì a sus amigos.
A inicios de los ochenta la ciudad tendrìa unos 12 millones de habitantes, un centenar de barrios y un eje vial que cruzaba la urbe de norte a sur. Fue entonces cuando descubrì los "bochos" verdes, las "combis" colectivas y el metro mas limpio de América Latina.
Por entonces supe lo que era el "smog", una especie de neblina grisàcea irrespirable que cubrìa, dìa a dìa la ciudad. La circulaciòn, mañana, tarde y noche, de varios millones de coches, producìa esa contaminaciòn urbana.
Algunas noches ìbamos al Teatro La Blanquita, a bailar con "ficheras" en la Colonia Roma o a comer "tacos" en la Colonia Condesa.
Jorge llevaba un vida algo licenciosa. De eso se contagia cualquiera. Creo, que nos divertimos un poco, rodeados de mota, peyote y hongos. Y alguna pasiòn terrenal incluida.
Gracias a las excursiones domincales conocì Cuernavaca, subì al Tepozteco y comimos en el Casino de la Selva, cuyo restaurante habia pintado Renau. Guardo fotos de entonces en el Ajusco, Tepoztlan y Cuautla, donde aparecen Ambra y Xochitl, amigas para el resto de la vida.
Los recuerdos que conservo como becario en México son imborrables. Ser becario en el extranjero, te marca para el resto de la vida.
Ese año en la capital mexicana, conocì a Carlos Monsivais, Vicente Rojo y Cardoza y Aragòn, dì una conferencia en el Palacio de Minerìa y me entrevistò en el Canal Trece, Raquel Tibol.
Ese año inicié una ruta azteca que ha durado màs de tres décadas. Quedé vinculado a México para siempre.
A veces, me digo que soy màs "chilango" que el pulque.
Al cabo de unos meses me trasladé a la Colonia Condesa, a casa de las Hermanas Pecanins pero, esa, es otra historia.
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